rusticidades ...

las veredas me caminan la espalda
ciertamente no hay tenedor que no hurgue
con mis dientes en los cestos de basura
y ya está claro que las paredes se me apoyan
en los hombros cuando andan cansadas
de ponerle el humor a las ventanas y a los 
cielorrasos. el televisor me gira la nariz
y me cambia de canal. 
todas las palabras me pronuncian mal el nombre
y yo debo ir recogiéndolas en las calles
como hojitas desamparadas que un viento onomástico
arrancó en su desdén poseidonístico de una librería.
es verdad que los sombreros me golpean la frente
porque aunque no canten esos pájaros de fibra
tienen la noble manía de cacarearme en los huesos.
todos los equinoccios tienen rima
cinco segundos antes de la muerte.

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