Pedro ...


él abría los ojos para mirarla.
sólo para mirarla.
luego volvía a cerrarlos durante el invierno.
sus cosas le decían "oye, Pedro, abre los ojos"
pero él las ignoraba
o a lo sumo
en un resoplido fastidioso 
les contestaba "para qué, no hay nada que ver allí fuera"
entonces Pedro no miraba la lluvia
ni miraba la calle
ni hacía los mandados
ni jugaba a las escondidas ni a la rayuela ni a nada
pero cuando volvía el verano
y ella volvía al pueblo
los ojos de Pedro se abrían solitos para mirarla a ella
que volvía
cada vez más hermosa
a habitarlo
a salvarlo
a domesticarlo 
durante unos cuartos de hora.

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