poema ...

yo tenía en mis manos un perro moribundo
un pan verde
una paloma muerta con olor a pino y a calle desierta
ciertamente eran mis manos
como dos cruces gastadas de un cementerio en invierno
un paraguas roto olvidado bajo el asiento de un taxi
eran mis manos un perro que me ladraba de noche
hasta que ella les dio de comer
y las invitó a merendar a dormir a pasear
mis manos tocaron su rostro
sus pechos de mujer en mayo
su vientre de libro entreabierto
su cintura pequeña como el violín de un niño
y se amigaron conmigo mis manos y sus tardes
y ya no me ladraron de noche al volver a casa
y ya no fueron cruces gastadas ni panes enmohecidos
de antojos
cuando ella apoya en mis manos su boca
un pajarito abre sus ojos en mi sangre
y me canta de día
y me sonríe de noche/

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